lunes, 20 de junio de 2011

Una casa enorme y carísima, con jardín y pileta, tres mucamas, dos meses en punta todos los veranos, viajes a Europa y Estados Unidos. Ropa nueva todos los meses, la mejor, la más cara. El ultimo celular, el último MP4. El ultimo televisor LCD, el más grande, uno en cada habitación.
Rugby en el mejor club, campeonatos internacionales, finales en Londres, en Oakland. Los mejores colegios, el mejor country de fin de semana, los amigos, las mejores familias. Una moto antes de los 16, el auto antes de los 18, el jet sky desde que aprendí a caminar.
Fiestas todos los Sábados, con el mejor catering, el DJ exclusivo, en el quincho para 200 personas. Las mejores minas, las más lindas, las más top, las mejor vestidas, las más bronceadas.
Pero nada de todo eso me hizo feliz. Fui feliz por primera vez en mi vida el día en que la paisa me dijo “te quiero gaucho”. Nunca nadie me quiso así. Te juro que cambio todo, todo ahora por un “te quiero” de la paisa otra vez. Yo soy un mal tipo entendés, una mala persona, la trato mal, no dudaría en engañarla, y así todo ella me quiere. ¿Cuánto vale un amor así? Mi vida vale, vale mi vida. Yo te juro que si le llega a pasar algo a la paisa me muero, me muero.
Algunos se pasan la vida buscando la felicidad, cuando no la encuentra se desesperan o se resignan a ser infelices toda la vida. El problema es que la gente no entiende que la felicidad no existe en un lugar y hay que ir a buscarla, porque la felicidad siempre está… está en una charla, en un amigo, en una mirada, en una sonrisa. La felicidad es algo tan simple que a veces no nos damos cuenta que está, y ese es el problema, ese fue mi error.
Pan de chicharrón en el club de golf mientras el pelado se indignaba, su voz impostada como locutora haciendo chiste, sus chorizos en grasa, mis ampollas caminando junto a ella bajo un sol que partía la tierra, su anillo de oro curándome el orzuelo, su rinconcito de luz, su “gaucho chúcaro”, sus gritos, su mal gusto para vestirse, su olor a campo, sus torta fritas, su sonrisa… eso era la felicidad para mí, y recién ahora lo puedo ver.


by Leo Calderone

viernes, 10 de junio de 2011

Hoy las voy a contar

un poco mi forma de ser,

la terrible facilidad

que tengo yo para perder.

Pierdo la ropa y pierdo apuestas,

en pocas copas pierdo lo que llevo a cuestas,

pierdo vergüenza cuando estoy con mis amigos,

cundo canto pierdo el hilo

de lo que debo cantar,

perdí el pudor, perdí mil noches frente al mal.

Perdí alegria, y tambien perdí inocencia,

refugiándome en los libros

me sirvió para entender

que a mucha gente no le importa la miseria,

que solamente les interesa el poder.

Perdí la fe en la democracia

cuando ya no me dio gracia

ver que manejan los hilos de la nación

los que tienen un dolar como corazón.

Perdí tiempo y dinero

perdí el celo, perdí el fuego

perdí el vuelo, perdí el arte de soñar,

algunas noches pierdo un recuerdo,

pierdo la cuenta ya de todo lo que pierdo.

Pierdo la voz de la conciencia

entonces quedo hablando solo

me pierdo de polo a polo en encontrar

alguien con quien

poder reir, poder llorar.

Y tengo suerte

de no haber perdido un diente,

refugiado en aguardiente

nunca sé cuando parar,

pierdo la vida en una vuelta de ruleta,

pierdo la bocha por hacer una de más,

y me hundo en el primer surco profundo

perdiendo de nuevo el rumbo

de la dama que fui,

y el perdió los dientes que yo no perdí.

Pero una noche,

de esas que creí perdidas,

jugando a las escondidas

con el amor me encontré,

y así fue que me robaron algo valioso,

estoy agonizando y le quiero pedir

por dios que usted busque por mí

al hombre que me robó

de una mirada mi sensible corazón,

no puedo ir yo

porque perdí su dirección.